El viernes caí enfermo. Nada grave pero lo suficiente como para faltar al trabajo y tener que ir al médico para suspender mi irresponsable automedicación. Cuando logré salir de la cama caminé hasta el CEMIC de Caballito para una consulta no programada sabiendo que la falta de turno iba a terminar en una buena estadía en la sala de espera.
Derek Vinyard, posible asesor de campaña del PRO para el 2011.
Llegué temprano y, por suerte, el lugar estaba vacio. Sillas cómodas pero desgastadas por el uso aguardaban ansiosas por un par de nalgas que les de sentido a su existencia; una aureola amarillenta me distrae un segundo. El infaltable olor aséptico de hospital y TN de fondo relatando la violencia en Villa Soldati completan la escenografía. Pasan los minutos y llegan dos señoras "bien"; se sientan cerca mio. Luego otra más. Y Otra. Más tarde se suman dos señores. Todos típicos exponentes de la población más adulta del barrio. La situación estaba dada, un lindo caldo de cultivo.
Si los mayores de 55 que viven en Caballito fueran un escape de gas, las imágenes del noticiero serían la chispa que hace falta hacerlos explotar: "Esta gente viene al país y no sabe hacer nada, vienen a robar y a matar. No saben hacer otra cosa.", "Aca los atienden grátis en los hospitales; estos negros de mierda no lo pueden creer", "... y si no los querés y no los defendés te dicen oligarca", "... y encima quieren casa? y trabajo?", "mirá como viven, mira esas caras...", "hay que matarlos a todos".
Caballito, eh!. No Barrio Norte, mucho menos Nordelta, Ca-ba-lli-to. O como le decímos "cariñosamente" al barrio: La Capital Mundial de la Intolerancia. No se si se debe a la gloria que perdió la zona, al brillo de antaño que ya no tiene, y eso despierta el resentimiento de sus habitantes más antiguos -y de los no tan antiguos- o si el golpe de realidad que ofrece la estación del Sarmiento y las paradas de bondi de la calle Rojas les recuerda que somos sudacas y les da bronca no ser escandinavos, pero la cosa es que el grueso de los vecinos de este lugar es peligrosamente intolerante.
Es una obviedad pero aclaremos que comentarios como estos no se mantienen solo dentro de un rango etario o de un solo barrio. Los oimos en el colectivo, en la TV, en boca de algunos taxistas, de algunos políticos. La xenofobia está latente en cualquier lado y basta con raspar un poco la superficie, la careta social de la corrección política, para que estalle como un geiser.
Por la noche, con el sueño corrido por algún remedio, el zapping me llevó a American History X (Tony Caye, 1998) y la dejé por que hacía mucho que no la veía. Oh, sorpresa! Uno de los discursos de Derek Vinyard (Eduard Norton en su mejor papel) tiene un contenido tan similar a lo que escuché en esa sala de espera, en tantos viajes en bondis, en charlas de café al pasar o en la boca del mismo Macri Vainalla que me preocupó... Me dio mucha tristeza en realidad. No quiero caer en la pavada de comparar todo con el nazismo y perder bajo la Ley de Godwin pero las palabras del skinhead eran tan actuales, tangibles, tan similares a lo podemos oir a diario de la gente que nos rodea que me fue imposible no asociarlas.
Escuchar ese discurso cargado de odio y compararlo con lo que se ve hoy en los medios es como jugar a las 7 diferencias... y no se si llegamos a encontrar tantas.
Lamentablemente sin subtítulos. A afinar el oido!.
No estoy diciendo que hay un resurgimiento nazi o que Macri tiene cruces gamadas decorando la cabecera de su cama pero cabe preguntarse que tan lejos estamos de Italia y sus ataques a gitanos en medio de la calle o de las deportaciones masivas de España y Francia. El odio al inmigrante, al pobre, al diferente, nos arruina como sociedad. Es un retroceso que nos aleja cada vez más de palabras como igualdad, inclusión y libertad. Creo que el conflicto de Villa Soldati nos obliga, entre otras cosas, a reflexionar sobre el tipo de sociedad en la que vivimos y si deseamos realmente que las cosas sigan este curso.
The Expendables
Hace 13 años